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Los hijos pródigos vascos

Posted By on 7 mayo, 2010 in Extraconfidencial | 0 comments

A Arnaldo Otegui se le concedió un permiso de 48 horas para que se le trasladara de la cárcel de Navalcarnero en Madrid, en la que se encuentra preso, al centro penitenciario más cercano a su domicilio familiar para que pudiera visitar a su padre porque había sufrido un infarto. Ya en marzo había presentado un recurso para obtener la libertad provisional  por el estado de salud de varios de sus familiares, el que ya sabemos de su padre y el de su mujer, que sufre un aneurisma en una arteria cerebral. Esta petición le fue denegada por riesgo de fuga y reiteración delictiva. El caso es que lleva veinte días en Martutene y el permiso fue de dos. Y, mientras tanto, unos van pasando la pelota al tejado del otro, La Audiencia Nacional le pasa el marrón a Instituciones Penitenciarias, dependiente del Ministerio del Interior, y nadie sabe cuándo volverá ni por qué ha excedido su permiso.

El pasado 26 de abril, el juez Garzón dejó en libertad bajo fianza a Díez Usabiaga, también con el mismo problema. Su madre está enferma y necesita ayuda, un hijo que la cuide y, precisamente, tiene que ser este, el hijo bueno, el pródigo. Éste, ahora campa a sus anchas y, cada quince días, tiene que contar como cuida a su madre e ir dos veces por semana al juzgado, por supuesto, prohibido tiene irse de España. Lo más fuerte de todo es que, parece ser, que no existe ningún informe que avale la dependencia de la madre y muchos menos todavía, parece que Usabiaga haya ido a visitarla en estas dos semanas que lleva en libertad.

A esto unimos la puesta en libertad con la consiguiente y lógica fuga de de Juana Chaos y también la de Iñaki de Rentería. En total se han puesto en libertad a 22 destacados miembros de Batasuna. Además, en breve, el Ministerio del Interior, tiene previsto realizar un acercamiento de presos etarras a la Comunidad Autónoma Vasca. Mientras todo esto sucede, el colaborador de ETA, Elosua, se fumaba un puro tranquilamente el miércoles en su bar Faisán, justo cuatro años después de que alguien le chivara que lo estaban controlando. Y estaba fumándose ese puro, tan tranquilo, porque hace tres años, también el juez Garzón lo puso en la calle por su “riesgo vital elevado”, vamos, porque estaba enfermo.

Casualidades o no, puestos de acuerdo o no, el caso es que, curiosamente, todos estos asesinos que han estado en la cárcel por matar a gente inocente o por colaborar o apoyar esos asesinatos, ahora han pedido salir a la calle por razones de salud. Contradictorio ¿verdad?. Temen por la vida de sus familias pero jamás pensaron en la vida de los que mataron ni en la de sus familias. Sufren por la salud de los suyos, pero jamás pensaron en el sufrimiento de los que mataron y en la salud de los que quedaron vivos pero señalados de por vida. Si ellos jamás se preocuparon por la salud de miles de personas que han matado, ¿por qué preocuparnos ahora nosotros de la salud de los suyos? Fundamentalmente y, entre otras cosas, porque las condiciones humanas son diferentes. Pero, ¿por qué se le conceden a estos presos asesinos mejores condiciones y mejor trato que a otros presos de la misma condición pero que no pertenecen a la banda asesina? ¿No es lo mismo un preso que ha matado a su mujer por celos que otro que ha matado a un desconocido sin motivo coherente alguno? Asesinos son igualmente. Está claro que no se da el mismo trato a presos comunes que a presos etarras cuando son igual o mucho más peligrosos. Está claro que, para la Justicia española, los delitos de terrorismo son mejores que otro tipo de delitos porque se le conceden todo tipo de deferencias. Pero, ¿y nuestra clase política y el poder judicial? ¿Por qué se permite todo esto? Está más que demostrado que ni la madre de uno necesita ayuda, ni que el otro sufre ningún problema de salud y que todo son cuentos. Garzón los ha dejado libres porque se ha creído o le ha convenido creer esas mentiras que han puesto como excusas para salir. Y en España no hacemos nada. Con lo que cuesta cogerlos y ahora se les deja en la calle así, sin más. ¡Qué fuerte! La verdad es que admiro su suerte y los felicito porque son únicos para negociar, tratar y conseguir lo que quieren, bueno, casi todo lo que quieren. Y mientras tanto, nuestra clase política, sigue preguntándose a qué huelen las nubes.

 

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