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13 el número maldito de Dragó

Posted By on 29 octubre, 2010 in Extraconfidencial | 0 comments

Lo que para algunos es una “anécdota trivial”, para otros puede ser un caso bastante grave. Todo depende del cristal con el que se miren las cosas. Pero hay ciertos asuntos en los que no hay cristal que valga. Los hechos son los que son y la moral es la moral e, independientemente de las opiniones, hay cosas que están bien o mal por naturaleza. Al grano. El supuesto intelectual, Fernando Sánchez Dragó, sacó un libro hace varios meses a dúo con Albert Boadella: “Dios los cría… y ellos hablan de sexo, drogas, España, corrupción…”. El titulito ya prometía en su día pero no tuvo más repercusión que la que tienen todos los libros de autores conocidos, importantes o brillantes; una ronda intensa de entrevistas durante un tiempo de medio en medio de comunicación, ya sea leído, visto u oído. Y pasó su tiempo de promoción sin pena ni gloria. Ahora, de repente, nace una polémica porque, en el libro, Dragó cuenta una “anécdota trivial”, algo sin importancia. Vamos, que se tiró a dos niñas de 13 años. Algo muy trivial para este hombre intelectual y machote. El texto de la polémica dice así: “En Tokio, un día, me topé con unas lolitas, pero no eran unas lolitas cualesquiera, sino de esas que se visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rimel, tacones, minifalda… Tendrían unos trece años. Subí con ellas y las muy putas se pusieron a turnarse. Mientras la una se iba al váter, la otra se me trajinaba”. “El crimen ha prescrito, así que puedo contarlo, aparte de que las delincuentes eran ellas y no yo”. Por cierto, el sueldo de este señor sale de nuestros bolsillos. Vergonzoso.

Dragó ha intentado justificar esta barbaridad. Quita importancia al asunto y dice que el libro lleva circulando dos meses por el mercado y nadie se ha escandalizado. Mi teoría es que, hasta el pasado miércoles que surgió todo este barullo, nadie se había leído el fantástico libro de Dragó y Boadella. Han pasado por platós de televisión, estudios de radio o redacciones de periódicos sin que nadie se haya leído el libro. Han sido entrevistados por grandes profesionales del periodismo y, o ninguno se lo había leído o tampoco daban importancia al hecho relatado, lo cual me asusta todavía más. El caso es que este sujeto que va de intelectual y de importante, prepotente y chulo, en realidad es un enfermo y un cabrón. Sí, no me avergüenza decirlo, porque es lo que todos pensamos. Un degenerado sin moral y sin escrúpulos que se acuesta con una niña de 13 años es un cabrón. Aunque ella se le eche encima, sea un poco ligera de cascos, lo haga por diversión o por necesidad, si aceptas acostarte con una niña de 13 años eres un cabrón. Porque si ella lo hace por gusto, la mandas a su casa con un patada en el culo y si es por necesidad, le das el dinero y también la mandas a su casa. Pero claro, ¿qué podemos esperar de estos hombres tan listos e inteligentes, cultos y preparados, dignos e íntegros que se van a Japón o a Cuba para hacer turismo sexual? Cada uno puede hacer con su cuerpo lo que quiera y usar su dinero para lo que quiera, pero con menores no, con niños no. Pero ¡qué gracia!, como el delito ha prescrito, lo cuenta y sus amigotes y hombres de la misma condición le admiran por ello y le ríen la gracia.

Da la casualidad de que las mujeres tenemos labios, sí, y tenemos la mala costumbre de pintárnoslos. También tenemos piernas, sí, y tenemos el gran defecto de ponernos minifaldas para lucirlas. Tenemos, por desgracia, unos escotes maravillosos,  que van provocando por las calles a los hombres. Y cometemos el error de usar tacones para parecer más altas y más estilizadas. Señoras, para este fenómeno de la naturaleza, ¡somos todas unas zorras!. Así que si, algún día se cruzan con él, cámbiense de acera para no provocarlo. A ninguna mujer se le ocurriría aprovecharse del favor sexual de un niño de 13 años. Sin embargo, hay machotes que se acuestan con niñas de 13 y además, les echan la culpa a ellas. ¿Por qué iban provocando, Fernando? A mi también me provoca usted darle trece puñetazos o escupirle y no lo hago.

 

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