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La huelga del miedo

Posted By on 10 noviembre, 2010 in Extraconfidencial | 0 comments

El miércoles España vivió la séptima huelga general de su historia en democracia. Y pasó lo que siempre pasa en política, que nadie pierde y todos ganan. Los sindicatos presentaron sus cifras pero la realidad fue bien distinta. Después de tomar el pulso a toda España, en la mayoría de las ciudades y pueblos se trabajó con normalidad y fue un día laboral más. Pero, si analizamos todo lo que sucedió, llegamos a la conclusión de que la única perjudicada de esta huelga ha sido la libertad y la democracia. El 29-S tenía todos los visos de ser un gran fracaso y así fue. Independientemente de los datos, de los tantos por ciento que se den en los diferentes sectores o de los típicos “3 ó 7 de cada 10”, la huelga ha sido un fracaso por la falta de libertad y la ausencia de democracia.

El día 29 de septiembre fue más bien el día de los cerrajeros, qué habrán aprovechado para hacer su agosto. Colegios, tiendas, bares, instituciones públicas y privadas o empresas tenían las cerraduras de sus puertas selladas con pegamento, silicona o cualquier otro tipo de material que impidiera su apertura. Habrá que ver la factura con lo que se han gastado en pegamento que, por supuesto, habrán pagado con el dinero que les da el Gobierno.

Hoy se ha visto la España más antidemocrática y violenta. Barricadas para estorbar e impedir el paso al enemigo como si de una guerra se tratase. Cadenas en las catenarias de los trenes. Cristales rotos de escaparates. Insultos. Armas arrojadizas contra autobuses llenos de niños o de adultos. Ruedas y contenedores ardiendo para impedir el paso a polígonos o empresas Heridos por atropello, golpes, puñetazos. ¿Se han vuelto locos? No sé por qué los llamamos piquetes informativos cuando deberían llamarse piquetes destructivos, piquetes violentos o piquetes salvajes. Estos sindicalistas no acaban de entender que todos tenemos derecho a la huelga pero también todos tenemos derecho al trabajo. Esas personas que conviven con nosotros, a las que de vez en cuando vemos en el trabajo, que tienen familia, que salen a tapear un sábado a medio día, que se van de vacaciones a la playa y que tienen amigos, son también esos liberados sindicales que, de repente, parecen poseídos por el diablo, y sacan su lado más violento, salvaje, peligroso, vandálico y amenazador. Gritan, insultan, amenazan, coaccionan. Si algún éxito ha tenido esta huelga ha sido porque estos vándalos se han plantado delante de un negocio, incluso han entrado y han obligado a cerrar. La amenaza y el miedo han sido los apellidos de esta huelga que ha llegado tarde y mal. Esta es la libertad y la democracia que entienden algunos sindicalistas españoles que el miércoles parecían matones a sueldo.

Mientras tanto, los jefes seguían la huelga desde sus despachos con la mesa repleta de bebidas, embutido ibérico y tortilla de patatas. Ha habido cuatro millones de parados que no han podido plantearse hacer o no huelga porque no tienen trabajo. Y el resto de españoles que no la han secundado, porque no pueden permitirse perder un día de trabajo y el sueldo de ese día. Los sindicalistas si, porque seguro que, aunque su empresa les descuente el día,  el sindicato se hace cargo de ello. Liberados sindicales que viven del cuento a costa de los demás. Esos son los que exigen los derechos de los trabajadores mediante la coacción y la amenaza y encima, sin haber dado golpe en su vida. Ahora, estos son los que deberían pagar los daños causados; rotura de contenedores, destrozo de cristales, quema de cubos de basura, pintadas en el mobiliario urbano, patadas a coches. Que sean UGT y CCOO los que paguen los destrozos.

Por cierto, como siempre, impecable y loable actuación de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Estos si que velan por nuestros derechos.

 

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